domingo, 13 de enero de 2013

Por tu ángel guardián

Era una locura, una niñería para pasar el rato. No sospechaba que fuese a funcionar, ni se me ocurrió si quiera que existiese posibilidad de éxito. Cuando leí la leyenda de los llamadores de ángeles, pensé que era bonita y semejante a las historias de mis libros favoritos. El hecho de que hubiese alguien velando por ti, al que podrías llamar y verlo una única vez en toda tu vida, en la que además podrías pedir un deseo que te habría de ser concedido. Solo de pensarlo temblaba de la emoción. Decidí probarlo ya que hacía poco me habían regalado uno de los colgantes que tan de moda estaban. Cogí la pequeña esfera plateada que llevaba al cuello, la besé suavemente y la agité haciéndola sonar como una campanilla. Mientras, susurraba los versos necesarios para llamar a mi ángel:

                                      Guardián de mi equilibrio, protector de mi entereza,
                                      acude ante este tañido de plata que resuena en mi pecho.
                                      Al encuentro mas allá del tiempo y del espacio
                                      al abrigo de las oscuras sombras y de las relucientes luces,
                                      que brille ahora nuestro lazo rojo del destino.

En cuanto acabé el cántico se levantó una sutil brisa, ni fría ni cálida, que mecía suavemente mis cabellos. La esfera empezó a iluminarse  con un tono nacarado y en su interior se escuchó una dulce y melódica voz que emitió la respuesta a mi llamada: "Te estaba aguardando". Entonces tras un potente destello, apareció ante mi lo inimaginable. Sus cabellos eran de un tono cobrizo y la llegaban hasta la cadera. Llevaba una túnica blanca de corte clásico, sujeta a un hombro con un broche de plata y ceñida a la altura de la cintura por un cinturón del mismo material. Al contrario de las imágenes típicas de ángeles no iba descalza sino con unas sandalias de cuero trenzado. El rostro era parecido al una señorita de la aristocracia del siglo XIX. Ligeramente ovalado, con una piel suave y clara y unos rasgos armoniosos y elegantes. Los pómulos altos y las mejillas teñidas de un ligero rubor. Sus ojos parecía sacados de un cuento pues eran completamente violetas. Sin embargo lo más impactante de su imagen eran las alas. Eran dos y perfectamente simétricas. Medirían aproximadamente dos metro y medio cada una estando desplegadas. Estaban hechas de plumas con un brillo plateado y de una purificadora luz blanca. Cuando habló su voz sonó como un coro de campanitas.
-Te ves sorprendida.
-Bueno...-no pude evitar titubear un poco, realmente no sabía que decirla.-La verdad es que no esperaba que aparecieras.
-En dicho caso, me atendré a las normas de cortesía y comenzaré por presentarme. Soy Dalasiel, tu ángel guardián.- me dijo con una leve inclinación de cabeza y una sonrisa.
-Yo soy Lucía. Bueno supongo que ya lo sabías.-comenté sintiéndome un poco estúpida.
-En efecto. Como tu ángel guardián, tu nombre es un dato que ya conocía.
-Ajá.-murmuré más para mi misma que para ella.- ¿Entonces que se supone que pasa ahora en estas situaciones?- la pregunté por no saber como seguir.
-Cuando un protegido invoca a su ángel suele hacerlo para solicitar un deseo el cual ha de serle concedido de modo imperativo. Es tu turno de realizar esa petición para que yo la haga realidad.- me explicó con paciencia y una sonrisa que demostraba que había notado mi turbación.
-¿Puedo pedir cualquier cosa?-lo pregunté por si acaso ya que normalmente estas cosas tenían truco.
-Aquello que desees te será concedido. No hay prohibiciones o límites más allá de los que tú misma tengas.- su tono de voz indicaba que había notado mis dudas.
-Deseo ir al pasado entonces. Para poder reparar los errores que cometí.-respondí con seguridad.
-Te retornaré al pasado si es tu deseo pero te prevengo que aunque yo cumpla tu deseo, tú no podrás cumplir tu objetivo pues harás este viaje en el tiempo en forma espiritual y por tanto no serás capaz de entrar en contacto con el mundo. Únicamente revivirás el momento que elijas visitar así que piénsalo cuidadosamente.- me aconsejó mirándome directamente a los ojos.
-Si ese es el caso elijo un tiempo mucho más antiguo. Desde mi nacimiento hasta los tres años y medio.
-Es mucho tiempo para revivir mas no es imposible.¿Por qué retornarás a tan tierna edad?.- me preguntó aunque ella ya intuía la respuesta.
-Para ver a una persona con la que compartí ese tiempo pero a la cual apenas recuerdo.- la respondí con una sonrisa, pues ella sabía a quien me refería.
Esta vez Dalasiel se limitó a sonreír y con una inclinación de cabeza, agitó levemente las alas para alzarse del suelo. La contemplé mientras una luz blanca nos envolvía a ambas y una sensación de sopor se adueñó de mi. Me dejé llevar y sentí que abandonaba mi cuerpo. Dalasiel me tendió su mano y me transportó a mi más primaria infancia, cuando era solo un bebé o poca cosa más. Allí donde pude ver de nuevo a uno de mis seres más queridos. Donde viví un tiempo que no recuerdo y en el que aun no podía intervenir, pero que al revivirlo de nuevo me sentí feliz.