viernes, 4 de mayo de 2018

Y vivió sin arrepentimientos...

Y vi un diminuto tililar en sus ojos. La ligera duda que le impidió mantener una perfecta máscara pétrea. Al mismo tiempo que la esperanza empezaba a florecer tímidamente en mi interior, avancé hacia ella, que se mantenía impertérrita. Nada en su lenguaje corporal indicaba que mi acercamiento fuese a ser bien recibido, sólo lo que yo había creído atisbar en su mirada azabache. Estando ya a apenas dos pasos de donde había decidido pararse, me detuve acechada por el miedo al rechazo. Alcé la mano derecha tan despacio como si quisiera evitar  asustar a un pajarillo y la dejé suspendida a milímetros de su rostro. La oí respirar levemente con resignación antes de que se moviera lo justo para que su mejilla rozara las yemas de mis dedos. Apoyé también la palma mientras una lágrima resbalaba rebelde de mis ojos a mi sonrisa causada por la emoción. La comisura de sus labios se elevó imperceptiblemente y cerró los ojos para no tener que pensar que estaba yendo en contra de todo lo que creía al dejarse guiar por sus instintos más primarios.