jueves, 24 de septiembre de 2015

Detalle a detalle

En lo que dura un café caliente por la mañana,
en lo que dura un suspiro mientras dudas,
en lo que dura esa sonrisa de la que no eres consciente,
la vida vuela y se nos escapa de las manos.

Cuando miras por la ventana totalmente abstraído,
cuando jugueteas con lo que tienes en las manos,
cuando tamborileas con los dedos sobre la mesa,
las oportunidades van pasando imperceptiblemente.

Cada vez que respondes que lo que sea está bien,
cada vez que dejas que otro se encargue por ti,
cada vez que es el tiempo quien toma la decisión,
las posibilidades de dejar huella se esfuman.

¿Por qué conformarse con sobrevivir a la rutina?
¿Por qué camuflarse en el discreto nivel medio?
¿Por qué parar las aspiraciones en lo lógico?
La comodidad no debería mandar tu futuro.

Vamos a ponernos al frente del día a día,
vamos a marcar los puntos y comas de la historia,
vamos a cuadrar los hombros y adoptar paso fiero,
las puertas se abren si mueves el picaporte de manera correcta.

Ahora descubre lo fáciles que son de romper los límites,
ahora supera la meta que no tiene nada que ver con la competición,
ahora arrasa hasta que alguien te dedique un libro,
la voluntad baila en la palma de tu mano.





domingo, 19 de julio de 2015

The least thought decisions make the best memories

Cuando somos pequeños a todos nos aterra perdernos, separarnos de la mano de mamá y no saber donde nos encontramos. Ese pensamiento persiste en la gente cuando crece, aunque sea de una manera más racional y práctica que no incluye a los progenitores. Sin embargo parece que eso no se aplica a mí misma, pues ahora mismo no tengo ni idea de por donde estoy caminando y ni por accidente diría que estoy asustada o preocupada. Hace un buen rato caí en la cuenta de que hacía una noche demasiado buena como para desperdiciarla y decidí salir a dar un paseo, pero queriendo disfrutarla tranquilamente he ido evitando los lugares más concurridos hasta acabar callejeando por lo que creo que son los barrios periféricos de la ciudad. Por aquí ando ahora, en un sitio que desconozco y en el que no se ve un alma. De algún modo resulta emocionante, incluso excitante. Llevo los cascos puestos, aislándome prácticamente de la realidad y provocando que todo tenga un toque más irreal. A veces me los quito durante unos segundos pero lo único que se oye son mis tacones, pisando firmemente el suelo. Aunque estoy tranquila al saber que puedo volver a terreno conocido si quiero, me mantengo en un estado de alerta que le confiere el aura de una aventura a este paseo nocturno. Me sobresalto cuando veo una sombra o una rama que no espero, confundiéndolos con gatos o perros callejeros. Pero mayor es la sorpresa en el momento que observo algo tirado en la carretera por el rabillo del ojo y pego un pequeño bote al creer que se trata de una rata. Al echar un segundo vistazo me desengaño, no se trata de ningún roedor si no que esta vez si es un gato que está disfrutando plácidamente la noche y no me dedica ni una sola mirada el minuto que estoy a su lado. La verdad es que esto me recuerda a una ocasión en que me metí en un laberinto en el parque de atracciones. No es que fuera muy grande o lioso, pero aun así mis amigos prefirieron tomar el atajo que llevaba al final directamente y yo me recorrí el camino largo. Tenía tramos sin salida y muñecos que salían de la nada para intentar asustarte. Corriendo como si me fuera la vida en ello, tomando la dirección que no era y dando marcha atrás para buscar la que si. Las risas cuando aquellos personajes se asomaban demasiado despacio como para ser realmente atemorizantes. Disfruté muchísimo, igual que ahora. Tengo ganas de dar un pequeño saltito pero las reprimo por el coche de policía que pasa justo en ese momento de patrulla, con los dos agentes dentro preguntándose seguramente que hago aquí a estas horas. Apena dos minutos después me topo con una verja. Parece ser de algún parque que ya ha cerrado sus puertas. Busco el cartel con los horarios y veo también el nombre del lugar. Me es vagamente familiar pero estoy segura de no haber estado aquí nunca, ni siquiera cerca. Giro ciento ochenta grados y deshago todo lo andado hasta llegar a casa. Según entro me tiro en la cama completamente rendida, he andado más de lo que esperaba pero no tengo ni un pizca de arrepentimiento. Hacía mucho que no me divertía tanto.