domingo, 31 de marzo de 2013

Capítulo 1: Adriana

"Sus vestidos normalmente están formados por elementos de la naturaleza. Lo más normal es verlas con una falda de pétalos o un vestidito de hojas. Los cabellos suelen llevarlos muy largos, de hasta más de cinco centímetros en algunos casos. Se los dejan sueltos en cascada por la espalda aunque siempre les añaden algún detalle como una diadema o una trenza para evitar que el pelo se les ponga por delante de la cara y las moleste mientras trabajan o juegan. Las hadas siempre van descalzas ya que sus aldeas se asientan en terrenos suaves y llanos, dejando aparte el hecho de que prefieren volar antes que andar. Ejercitan sus alas a diario para... "


Me cae una gota justo en la siguiente palabra que voy a leer. Miro hacia arriba y me da otra en la frente. Frunzo el ceño mientras me bajo de la cama y poniendo un marcapáginas en el libro lo dejo en la mesilla. He estado ignorando el ruido del agua al golpear la ventana pero ahora con una gotera no puedo seguir haciendo caso omiso. Salgo de la habitación y recorro el largo pasillo hasta la escalera. Paso por delante de las puertas cerradas. Son de madera y están pintadas de blanco aunque la pintura se ha desgastado por el paso del tiempo. Los pomos de hierro forjado en forma de espiral muestran zonas oxidadas. Los marcos de las puertas están en un estado similar y hacen juego con la madera del suelo y de las escaleras. Cuando subo por estas, cada escalón cruje en una nota distinta. Llego a la entrada de la buhardilla y me detengo por unos segundos antes de entrar. Tras respirar un par de veces doy un paso al frente y me adentro en la habitación.
Me encuentro ante un desván lúgubre y olvidado, por cuyas esquinas se alzan fortificaciones de telarañas. Hay muebles de madera ya carcomida y una única bombilla tililante intentando iluminar sin mucho éxito la estancia. El suelo suelta un quejido a cada paso bajo mis pies vestidos solo con unos calcetines de rallas multicolores. Tiro de las mangas del jersey para cubrirme las manos pues las corrientes de aire pasan por el maltrecho tejado. Giro sobre mi misma para observar el entorno que me rodea. Algunos objetos están cubiertos por unas sábanas que el tiempo ha amarilleado, otros tienen espesas capas de polvo o se apilan en antiguos arcones. La mayoría de los rincones quedan en una tenue penumbra y algunos incluso en una profunda oscuridad. Saco el móvil del bolsillo y lo uso como linterna, pero tampoco sirve de mucho. Solo hay más muebles tapados, más polvo y más trastos amontonados. Intento localizar la gotera que me ha traído hasta aquí. La antigua techadumbre no solo deja colarse al viento, sino que ante una lluvia tan intensa como la de este momento, en algunas partes también la traspasa el agua. Dirijo la luz de la pantalla hacia arriba mientras exhalo un largo suspiro.


Esta casa se cae a pedazos. Cuando la heredé pensé que era afortunada pues por fin podría vivir sola y tener un sitio para mí. No he estado más equivocada en toda mi vida. El viejo caserón se encuentra en un estado deplorable, las instalaciones de agua, luz y gas son de los tiempos de la guerra civil y está completamente alejado de la civilización. A la ciudad más cercana se tarda en ir más de media hora en coche. El único rastro de vida anterior a eso es un pequeño pueblo en dirección opuesta. Según sales por el jardín trasero hay un sendero que va desde la casa hasta una colina tras la cual se puede apreciar un pequeño indicio de población. No más de cien casas, todas de dos plantas y con el tejado negro inclinado. Las calles son en pendiente, estrechas y conectadas por callejuelas y pequeños atajos. Se conserva la forma de cuando no era más que una aldea que pagaba impuestos a los en aquel entonces dueños del caserón. Sin embargo esas casitas están en mejor condición que la mansión en la que vivo yo.


Me dirijo a la zona que debería estar encima de mi habitación y antes de ver el área de techo por donde se cuela el agua, noto el suelo húmedo. Ilumino mis pies con el móvil y observo el charco que se ha formado, preguntándome como no ha calado antes. Busco a toda prisa algo con lo que remediarlo. Veo apartado en un rincón un antiguo tocador con una jofaina y algunas toallas desgastadas. Voy corriendo a cogerlas. Primero pongo las toallas en el suelo, para que absorvan la humedad y cubran una mayor superficie. Después coloco encima la jofaina justo debajo de la gotera. Las gotas empiezan a caer dentro y suspiro aliviada. Ahora solo me queda bajar a mi cuarto para arreglar el estropicio que hay allí. Las sábanas están mojadas por lo que me doy  prisa en cambiarlas. Me voy con ellas a la cocina para meterlas en la lavadora pues el agua no estaba del todo limpia y las ha manchado. Aprovecho para pillar de paso la fregona porque también ha caído agua en el suelo de la habitación. Subo los escalones de dos en dos y hago un sprint hasta la habitación. Enciendo la minicadena del escritorio (una de las pertenencias que traje de mi antigua casa y que me recuerda en que siglo estamos realmente) y empiezo a fregar mientras bailo al ritmo de la canción "The final countdown" de Europe. Paso la fregona por el suelo lleno de gotitas al mismo tiempo que giro y brinco de esa forma que solo lo haces cuando pones música alta y estás sola es casa. De repente la melodía se mezcla con un sonido completamente distinto que identifico como "Fiesta pagana" de El Mago de Oz,  el tono de mi móvil. Apoyo la fregona contra la pared y me lanzo a coger la llamada. Descuelgo y tumbándome en la cama pienso en lo raro que es el hecho de que haya cobertura en esa casa.


-¿Quién es?
-Adri, ¡por fin te localizo! ¿Te has mudado ya a tu nueva hogar? ¿Se ha ido al final Alejandra contigo?- oigo la voz de mi mejor amiga Éster taladrarme el oído con sus gritos e incapaz de parar de hablar.- ¿La casa es cómo te la habías imaginado? ¿Donde está la ciudad más cercana? No pensaba que fueras a tener cobertura...
-Éster cálmate por favor y cállate un momento. Si, ya me he mudado. No, obviamente Alex no ha venido conmigo. No, no es precisamente como la había imaginado. La ciudad más cercana está a media hora en coche y el pueblo más cercano a diez minutos en bici. Yo tampoco pensaba que fuese a tener cobertura pero es bastante buena.- tomo aire pues la he respondido a todo de un tirón y sin respirar.- Me trasladé ayer así que aun no he desecho todo el equipaje, no he ido al pueblo y no he visto a los vecinos y muchos menos he ido buscando chicos guapos. Tampoco me he echado ninguna nueva mejor amiga por lo cual puedes estar tranquila. ¿Alguna pregunta más?- sé que ya he contestado a lo siguiente que iba a decirme.
-Pues creo que no... joder Adri cuando quieres te pones un poco borde, bueno vale ya sé que más bien yo soy muy pesada ja ja ja.- me dice Éster mientras yo suspiro pues ambas sabemos como es. Somos amigas desde que empezamos el instituto hace ya más de cinco años. Nos sentaron juntas por el apellido. Yo me apellido González y ella Gómez así que el resultado era evidente. No se puede decir que nos cayésemos bien enseguida, más bien fue al contrario. Recuerdo muy bien ese primer día de instituto:


Yo llevaba una camiseta negra de Guns and Roses con unos vaqueros cortos y convers. Mi melena castaña rojiza por aquel entonces muy larga, pues lo tenía por la mitad de la espalda, iba recogida en una cola de caballo debido al calor haciendo que todos los rizos se moviesen según andaba. Ella se había puesto un vestido blanco ibicenco, sandalias de estilo romano y un cinturón a juego. Su cabello del color de la miel había sido cortado justo por debajo de las orejas y llevaba un flequillo que la tapaba toda la frente pero sin llegar a comerla los ojos de modo que la sentaba muy bien. Cuando se fijó en como iba yo y en los que evidentemente eran mis gustos me dirigió una mirada calculadora y me soltó:
-Supongo que seremos compañeras al menos hasta que nos dejen sentarnos como queramos. Me llamo Éster. No me des problemas y yo no te los daré a ti ¿vale?.- me pareció una prepotente y una chica bastante caprichosa e incluso malcriada. Aunque entonces yo no sabía que la actitud de Éster tenía un motivo. En el colegio la que era su mejor amiga resultó ser muy similar a mi y por sus diferentes gustos se separaron así que ella no creyó que pudiese llevarse bien conmigo pero, esto no lo supe hasta mucho después. En aquel momento me limité a asentir y a no dirigirle la palabra en todo el día. Así estuvimos más o menos los dos primeros meses hasta que un día el profesor de matemáticas al que yo tenía un odio acérrimo y no solo por la asignatura que impartía sino por su forma de tratar a los alumnos se dirigió de pronto a mi:
-Señorita Gonzalez deje de hablar ahora mismo.
-¡No estaba hablando!
-No se atreva a replicarme o la envío al despacho del director. La he oído perfectamente.
-Pero si estaba de espaldas. No ha visto quien hablaba y había varias personas haciéndolo. No puede culparme a mí y menos cuando yo no he hecho nada.- le dije empezando a cabrearme.
-¿Acaso está poniendo en entredicho mi palabra? ¿Me está llamando mentiroso?.- berreó mientras se ajustaba las gafas. 
-No es usted un mentiroso pero es verdad que Adriana no estaba hablando.- soltó de pronto mi compañera para sorpresa general, incluida la mía.
-Señorita Gomez no debería meterse en esto dadas sus buenas notas en mi materia.- le advirtió el profesor conciliador y vi entonces por donde iba. Me había  señalado a mí ya que en mates era una negada pero intentaba salvar a Éster porque era la que mejor nota había tenido en el último examen.
-Me meto donde debo. Adriana no estaba hablando y usted no debería acusarla sin estar seguro pues es imposible que lo esté.
-¡Esto ya es el colmo ! Las dos a jefatura ahora mismo.- chilla el profesor sin darnos oportunidad a replicar. Salimos del aula sin mucha prisa pues sabíamos que el castigo iba a ser severo. A medio camino me giré hacia Éster.
-Gracias por defenderme.
-No las des, solo estaba diciendo la verdad. Además ese hombre me cae fatal. Va a conseguir que odie los números aunque son lo que más me gusta.- me comenta mientras le quita importancia con un gesto de la mano y me dedica una sonrisa. Desde ese momento empezamos a llevarnos mejor y al final nos hicimos grandes amigas. 


-Adriana ¿me estás escuchando?.- la voz de Éster en el presente me devuelve a al realidad.
-Eh si claro.
-¿Ah sí ? ¿Qué te acabo de preguntar?
-Qué si te estoy escuchando.-respondo haciéndome la inocente.
-Me refiero antes de eso listilla.
-Pues... vale no lo sé. Estaba recordando la historia del profesor de matemáticas cuando nos hicimos amigas.- admito.
-¿Aquello? Eran buenos tiempos. Pues te estaba preguntando que pensabas del hecho de que Daniel esté ahora saliendo con Cristina.- me dice muy seria mientras yo suspiro por dentro. Aun sigue colada por su exnovio y que este haya empezado a salir con su vecina no la ha hecho ninguna gracia.
-Pues pienso que cada uno puede hacer lo que quiera siempre que no haga daño a otra persona. Ahora me voy haber si deshago lo que me queda de equipaje.- me salgo por la tangente. Cuando empieza a hablar de Daniel la conversación se puede eternizar
-Vale un besito mañana te llamo ¿Ok ?
-Si claro mañana hablamos. Un beso.- cuelgo y me quedo mirando el teléfono. Debería llamar a mi hermana pues hace casi una semana que no hablo con ella. Pero sé que probablemente discutiremos y ahora mismo no me apetece. Ruedo en la cama y me quedo en frente del espejo de cuerpo entero que hay apoyado contra la pared. Observo mis rizos, muchos más cortos ahora que cuando conocí a Éster. Hace un año aproximadamente, durante el verano, decidí tener un cambio radical y me lo corté. Antes me llegaba casi a la cintura y después de pasar la tijera quedó a la altura del cuello. Me fijo en el jersey fino que llevo y en los pantalones piratas. No es lo más normal en pleno mes de julio pero es que aquí hace mucho frío. Hago una mueca ante este pensamiento y mi reflejo me la devuelve. Sonrío y la alegría también se refleja en mis ojos azul grisáceo. Saco la lengua y me tumbo en la cama. Llegar a esta situación fue algo enrevesado y me ha traído más de un problema. Como el que tengo con Alex por ejemplo. Suspiro y recojo la fregona para continuar con la limpieza del agua.