viernes, 6 de septiembre de 2013

No te quedes atrás cuando haya cambios

Coge una aguja y cose los retazos de tu memoria. Coge un bolígrafo y escribe unas líneas sobre como será el destino. Coge las riendas y cabalga sobre los campos de este momento. Observa como se suceden las noches y las mañanas mientras te tumbas al lado de un reloj de arena, que impasible gira cambiando los granos de un espacio a otro. Crees que un día no es importante pero la vida se forma de ellos. Igual que de horas, minutos y segundos. Ahora hace sol. Un instante después llueve. Las gotas te pegan en el rostro y cierras los ojos para aguantar los golpes. Se quedan prendidas en tus pestañas. Sacude la cabeza y oblígalas a soltarse. Abre los ojos. Ya ha parado. De nuevo hay luz. Otro cambio. Toca añadir un par de versos. Un nuevo recuerdo que ilbanar. Esta vez no seas tonto y no sueltes las riendas ni te niegues a ver. Disfruta cada brisa, cada brizna de hierba, cada rama partida, cada aleteo. Levanta la mirada al cielo. ¿Qué es lo que hay? ¿Sol o estrellas? ¿No es el sol una estrella también? No puedes tocar ninguna y sin embargo admiras a ambas mientras las observas de lejos. Ahora céntrate en lo que está cerca, en lo que te rodea. Siente la tierra húmeda, el césped, la arenisca y el frío cemento. Toca lo que está al alcance de tu mano. ¿Lo notas? Eres tú descubriendo el mundo. No te asustes. Ya es otro momento diferente. Todo pasa y cambia. Una estación sucede a otra. Llega un nuevo año. No te quedes quieto. No mires atrás. Solo te verás a ti mismo hace unos segundos o quizá hace unos años. Mira hacia delante. Hay un espejo. Ves tu reflejo en el. Observa cada detalle y guardalo para la posteridad. Ahora sigue. Y no pares nunca.