domingo, 20 de octubre de 2013

Todo lugar guarda un pasado y una historia

La luz que se filtra por el rosetón se divide en una riada  de colores. Al pasar por las diferentes tonalidades del vidrio crea un efecto casi mágico. Me da en el rostro y noto que mis sentidos se nublan por un momento, pero no me dejo engañar. Agito la cabeza y miro hacia otro lado. Al fondo de la iglesia se halla el altar. Está partido por la mitad y la tela que en otro tiempo lo cubrió con esplendor ahora se encuentra hecha jirones. Justo detrás, el cristo ha desaparecido de la cruz. El madero está carcomido y alguien ha pintado con spray un pentáculo en él.  Avanzo hasta esa zona por el pasillo entre los bancos. Los han dado la vuelta,  roto varias patas e incluso han apilado algunos en una esquina. Justo encima del altar, el techo ha desaparecido así que queda iluminado como si un ángel fuese a bajar del cielo y plantarse delante de mi. A través del agujero han entrado algunas ramas y hojas secas y por los rastros que ha dejado, también lluvia. Los portones también han permitido el paso a todo lo que quisiera flanquearlos porque están descolgados. Al fin recorro toda la longitud de la iglesia y mis zapatillas han acumulado una cantidad de polvo considerable. Desde luego nadie se ha molestado en cuidar este lugar abandonado de la mano de Dios (nunca mejor dicho). Perdida en medio del monte y en estado ruinoso, la ermita debió ser acogedora en su día. pero ahora resulta tétrica. Ya es un milagro que ningún animal haya venido a construirse su guarida aquí. A mi siempre me han incomodado los lugares santos pero este hace ya tiempo que dejó de serlo. Es un sitio con muchas historias entre sus cuatro paredes y la verdad es que no me importaría poder escucharlas todas.

viernes, 6 de septiembre de 2013

No te quedes atrás cuando haya cambios

Coge una aguja y cose los retazos de tu memoria. Coge un bolígrafo y escribe unas líneas sobre como será el destino. Coge las riendas y cabalga sobre los campos de este momento. Observa como se suceden las noches y las mañanas mientras te tumbas al lado de un reloj de arena, que impasible gira cambiando los granos de un espacio a otro. Crees que un día no es importante pero la vida se forma de ellos. Igual que de horas, minutos y segundos. Ahora hace sol. Un instante después llueve. Las gotas te pegan en el rostro y cierras los ojos para aguantar los golpes. Se quedan prendidas en tus pestañas. Sacude la cabeza y oblígalas a soltarse. Abre los ojos. Ya ha parado. De nuevo hay luz. Otro cambio. Toca añadir un par de versos. Un nuevo recuerdo que ilbanar. Esta vez no seas tonto y no sueltes las riendas ni te niegues a ver. Disfruta cada brisa, cada brizna de hierba, cada rama partida, cada aleteo. Levanta la mirada al cielo. ¿Qué es lo que hay? ¿Sol o estrellas? ¿No es el sol una estrella también? No puedes tocar ninguna y sin embargo admiras a ambas mientras las observas de lejos. Ahora céntrate en lo que está cerca, en lo que te rodea. Siente la tierra húmeda, el césped, la arenisca y el frío cemento. Toca lo que está al alcance de tu mano. ¿Lo notas? Eres tú descubriendo el mundo. No te asustes. Ya es otro momento diferente. Todo pasa y cambia. Una estación sucede a otra. Llega un nuevo año. No te quedes quieto. No mires atrás. Solo te verás a ti mismo hace unos segundos o quizá hace unos años. Mira hacia delante. Hay un espejo. Ves tu reflejo en el. Observa cada detalle y guardalo para la posteridad. Ahora sigue. Y no pares nunca.

domingo, 28 de julio de 2013

Fronteras

En tiempos de fronteras naturales y sin murallas
cuando las alianzas eran puentes entre civilizaciones
se tiende una cuerda sujeta por una tierna infancia
en manos de herederos de dos ciudades.

Un niño de cabellos color obsidiana y mirada limpia de cervatillo,
al que antes de dar más de unos pocos pasos se le subió a un caballo
y antes que un juguete se le puso una espada en la mano,
pues se le enseñó terror y crueldad para la corona que debía llevar.

Una niña con tirabuzones escarlata y esmeraldas por ojos.
Una digna señorita bailando con pomposos vestidos y manejando abanicos con plumas,
mas también sabe moverse en batalla, tensar un arco y esgrimir una daga,
pues será futura madre y esposa a la par que dirigente de ejércitos y reina.

En la inocencia de la niñez ambos tendieron sus manos
sin embargo la fuerza progenitora interpuso un muro entre ellos
matando la semilla de ilusión en él para imponer las antiguas costumbres
y reforzando en ella su libertad y el deseo de llevarla hasta otras personas.

Los años se suceden y  príncipe y princesa crecen.
Futuro señor de una villa conservadora, tradicional y retrógrada.
Futura señora de un reino próspero, avanzado y progresista.
Ambos alcanzan sus tronos y con ello el mando y el destino de muchas vidas a su cargo.

Sus padres y naciones se tenían un odio que debe ser heredado.
Él lo mantiene y desea iniciar otra guerra sin tregua que nadie ha ganado en siglos,
pero ella recuerda los días de infancia y no desea batallar sino lograr la paz.
Extender la cultura que le han enseñado para que personas fuera de su mando dejen de sufrir.

Sin embargo no la dejan obrar como se debe y sobre ella se ciernen flechas y catapultas.
Quien de niño fuera compañero de juegos ahora la golpea con saña y sin misericordia,
destruye la armonía de su hogar y a este mismo obligándola a huir con su gente
pues lo pocos que se queden para defender su casa y su honor serán víctimas de un tirano.

Mas en su afán de conquista dejará abandonado su propio feudo y a cualquiera no militar en el.
Es la hora de aprovechar y demostrar que sus maneras no son adecuadas,
con el deseo de seguir adelante ella se encamina hacia la morada de su enemigo ahora desatendida
pero no con planes de destrucción sino de conquista digna y promesa de un nuevo futuro.

Al principio sus palabras no son escuchadas pues nadie en ese lugar cree posible lo que cuenta,
más cuando ven tanto a hombres como mujeres en su ejercito y todos acatando sus órdenes
comprenden que otro modo de vida es posible y la siguen entregándose a su mandato,
para rehacer su sociedad y olvidar el yugo al que estuvieron siempre sometidos.

Se juntan las dos civilizaciones, yendo hacia delante como una sola.
Sin embargo no hay ninguna paz eterna y el deseo de venganza es humano.
Un gran ejercito marchará contra un antiguo amigo, enemigo y señor.
Ahora se levantarán en armas aquellos a los que se les negó tal derecho para demostrar cuan válidos son.

Desde una ciudad en ruinas habitada por esclavos ve llegar a las huestes,
formadas por viejos enemigos que creyó derrotados y también por aquellos que antes fueron vasallos.
Sus tropas no pueden defender un castillo vacío y ruinoso contra sus propias familias
así pues la victoria es de aquella con quien jugó en los días tranquilos de su niñez.

Tras la derrota, los tronos y destinos de todos quedan en manos de una mujer con cabellos de sangre. 
Pero no dejará sus manos del mismo color con la muerte de su antiguo camarada.
El exilio es lo que a él le espera por no haber querido la alianza que ahora ya reina en las dos villas,
el abandono de todo lo conocido y de la vida feliz e igualitaria que podría haber tenido.

Esta historia no va a ser olvidada aunque los tiempos antiguos pasen y lleguen nuevos.
Aunque existan siempre fronteras entre civilizaciones este recuerdo permanecerá
por siempre en la memoria como aquello que es posible y se debe lograr,
como una muestra de que todos podemos hacer lo mismo si se nos da la oportunidad.

lunes, 15 de julio de 2013

Todo lo blanco puede volverse negro

Mojé la pluma en la tinta y la deslicé por la página aún en blanco. Puse mucho cuidado en los trazos, levantándola del papel después de escribir cada letra. No quería que se corriera lo escrito y se estropease junto con la hoja. Era una carta importante. No podía permitirme hacerla de nuevo. Frase a frase, oración a oración, iba enlazando las palabras para formar un discurso capaz de conmover a alguien con corazón de piedra y de hacer mostrar valor al más cobarde de todos. Terminé con el día, justo en la caida del sol. Quité el papel del escritorio para preservar su seguridad. Empecé a guardar todas las plumas que no había llegado a usar. Saqué la que si había utilizado del tintero y la dejé apoyada en un paño de color burdeos. Recogí también el frasquito de tinta azul pues al final me había decidido a usar la negra. Era una armoniosa combinación de tonalidades entre la mesa de madera caoba, el pañuelo, la pluma blanca, el tintero metálico y la tinta negra en su interior. Me estiré por encima de mueble para poder cerrar la ventana y evitar que algo se cayese con el viento que entraba. Pero no fue la ventana sino yo misma quien tiró algo. Con un golpe involuntario del codo, convertí a un cisne en cuervo y dejé vacío donde antes se albergaba un líquido obsidiana. Lo que antes podrías considerar una tela manchada de vino, ahora estaba teñida de brea. Suspiré por mi buena idea de retirar la carta de allí. Puse de pie el tintero, usé el paño para secar lo más posible el escritorio y levanté la pluma en alto para poder observarla al contraluz del atardecer. La tinta había sido absorbida de manera irregular y se podía observar extrañas figuras. Decidí quedarmela y la coloqué encima de una piedra recogida años atrás en la playa que le hizo las veces de apoyo y de mostrador. Después fui a buscar un sobre para la misiva que a la mañana siguiente tenía que echar al buzón sin demora.

Reflexiones de un minuto en el tren


Suena el pitido avisando de que las puertas van a cerrarse. Entra corriendo un chico de unos diecisiete años, en el momento justo para no ser atravesado por la mitad. Se sienta en frente de mí y tras ponerse los cascos, desde los cuales se puede escuchar una música rock, se aísla del mundo. Igual que antes de que el chaval protagonizara una película de acción para poder subirse al tren, fijo mi atención en lo que hay al otro lado de la ventana. Mis sueños echan a volar de la misma forma que lo hicieron en su día los de un escritor de pelo y barba canos, que hablaba de un futuro que resultó acertado o los de un pintor excéntrico y loco de extraño bigote con sueños surrealistas. Saco mi libreta favorita y un boli mordisqueado de mi bandolera. Con una sonrisa dejo que los recuerdos de mi corazón guíen mi mano mientras escribo unas líneas que versan sobre esa cara de mi vida que pocos conocen y que como tantas otras veces me ha despedido en la estación.

martes, 21 de mayo de 2013

En un apartamento lleno de recuerdos

Se han dejado las puertas del balcón abiertas y las cortinas blancas ondean libremente con la brisa. El sol de la mañana resalta su color y se refleja en los cristales sacando brillos de ellas. El marco de madera que parece recién barnizado sigue la luz moviéndose en sus vetas en una danza de astillas y destellos. La tela proyecta sombras que no paran quietas, igual que los retazos de una historia tergiversada por el boca a boca. Proyectadas sobre las paredes juegan un pilla pilla mientas en el suelo descansan tumbadas las más fatigadas por la carrera Se oye el piar de un pajarillo que se ha apoyado en la barandilla. Sus patas arañan la pintura negra ya algo descascarillada y que muestra pequeñas zonas de oxido aquí y allá. Las volutas que adornan los barrotes  demuestran la elegancia que antaño poseyó el apartamento. Tras estos se yerguen con orgullo unas rosas pasionales. Algunas exiben una corola abierta y repleta de capas, semejantes a un la falda de un vestido de gala del siglo XVIII. Otras más tímidas se encierran en si mismas con un capullo lleno de secretos. Al lado y en el mismo escarlata se hallan unas amapolas derrotadas. Sus pétalos están marchitos y caídos como las ramas de un sauce o incluso extendidas por el suelo como manzanas maduras. Ambas flores se mueven con la brisa, unas con la gracia de una bailarina clásica y otras con un melancólico vals.

De pronto el viento sopla con fuerza renovada. Las cortinas se desploman en el suelo arrancadas de la barra y las corolas se deshacen en decenas de pétalos  que caen sobre estas. Las sombras que se hallaban recostadas has salido volando y se han juntado en el techo con las que antes se encontraban ociosas. Viene la lluvia para divertirse con una tormenta y el sol se va. Encima de la tela y de los restos de flores se añaden unas gotas frías. Ahora hay  un pequeño caos que muestra las emociones encerradas en esa habitación por los fantasmas del pasado. Un desorden de colores y elementos que forman una armonía imprecisa pero acertada. El balcón también está mojado y el pájaro se ha ido, como las personas que dejaron sus sentimientos aquí.

sábado, 6 de abril de 2013

El símbolo de la primavera

Salgo a la calle y me sorprendo de lo rápido que pasa el tiempo. Los cerezos están en flor. Pequeños brotes de color rosa que me arrancan una sonrisa cuando los veo. Son preciosos y demuestran que la primavera ya ha llegado. Me planteo coger una de esas perlas rosadas pero el árbol está demasiado alto. Sigo andando hasta un parque cercano y a la entrada veo a un hombre con un periódico sentado en un banco. Miro la fecha y veo que es veinticinco de Marzo. La primavera ha empezado de verdad. Como si la naturaleza quisiese reforzar esta afirmación empieza a caer una suave llovizna sin que el sol se esconda. La temperatura ha bajado un par de grados. Ha sido un cambio brusco del tiempo, típico de la estación. Corro a refugiarme debajo de un quiosco y al girarme para mirar el aguacero que se está formando, me doy cuenta que el sol aún brilla en el cielo. Junto a él hay ahora un arcoíris. Sus colores se intensifican cuando lo hace la fuerza de la lluvia. Sin embargo esta para en pocos minutos y con ella desaparece esa bandera multicolor. Salgo de debajo del quiosco que en el suelo hay varias flores de cerezo. Cojo una y la giro rápidamente entre mis dedos para quitarle el agua. Ahora está como nueva. Suelto una pequeña risa mientras echo a andar y me guardo la florecilla. De verdad parece que ha llegado la primavera.

domingo, 31 de marzo de 2013

Capítulo 1: Adriana

"Sus vestidos normalmente están formados por elementos de la naturaleza. Lo más normal es verlas con una falda de pétalos o un vestidito de hojas. Los cabellos suelen llevarlos muy largos, de hasta más de cinco centímetros en algunos casos. Se los dejan sueltos en cascada por la espalda aunque siempre les añaden algún detalle como una diadema o una trenza para evitar que el pelo se les ponga por delante de la cara y las moleste mientras trabajan o juegan. Las hadas siempre van descalzas ya que sus aldeas se asientan en terrenos suaves y llanos, dejando aparte el hecho de que prefieren volar antes que andar. Ejercitan sus alas a diario para... "


Me cae una gota justo en la siguiente palabra que voy a leer. Miro hacia arriba y me da otra en la frente. Frunzo el ceño mientras me bajo de la cama y poniendo un marcapáginas en el libro lo dejo en la mesilla. He estado ignorando el ruido del agua al golpear la ventana pero ahora con una gotera no puedo seguir haciendo caso omiso. Salgo de la habitación y recorro el largo pasillo hasta la escalera. Paso por delante de las puertas cerradas. Son de madera y están pintadas de blanco aunque la pintura se ha desgastado por el paso del tiempo. Los pomos de hierro forjado en forma de espiral muestran zonas oxidadas. Los marcos de las puertas están en un estado similar y hacen juego con la madera del suelo y de las escaleras. Cuando subo por estas, cada escalón cruje en una nota distinta. Llego a la entrada de la buhardilla y me detengo por unos segundos antes de entrar. Tras respirar un par de veces doy un paso al frente y me adentro en la habitación.
Me encuentro ante un desván lúgubre y olvidado, por cuyas esquinas se alzan fortificaciones de telarañas. Hay muebles de madera ya carcomida y una única bombilla tililante intentando iluminar sin mucho éxito la estancia. El suelo suelta un quejido a cada paso bajo mis pies vestidos solo con unos calcetines de rallas multicolores. Tiro de las mangas del jersey para cubrirme las manos pues las corrientes de aire pasan por el maltrecho tejado. Giro sobre mi misma para observar el entorno que me rodea. Algunos objetos están cubiertos por unas sábanas que el tiempo ha amarilleado, otros tienen espesas capas de polvo o se apilan en antiguos arcones. La mayoría de los rincones quedan en una tenue penumbra y algunos incluso en una profunda oscuridad. Saco el móvil del bolsillo y lo uso como linterna, pero tampoco sirve de mucho. Solo hay más muebles tapados, más polvo y más trastos amontonados. Intento localizar la gotera que me ha traído hasta aquí. La antigua techadumbre no solo deja colarse al viento, sino que ante una lluvia tan intensa como la de este momento, en algunas partes también la traspasa el agua. Dirijo la luz de la pantalla hacia arriba mientras exhalo un largo suspiro.


Esta casa se cae a pedazos. Cuando la heredé pensé que era afortunada pues por fin podría vivir sola y tener un sitio para mí. No he estado más equivocada en toda mi vida. El viejo caserón se encuentra en un estado deplorable, las instalaciones de agua, luz y gas son de los tiempos de la guerra civil y está completamente alejado de la civilización. A la ciudad más cercana se tarda en ir más de media hora en coche. El único rastro de vida anterior a eso es un pequeño pueblo en dirección opuesta. Según sales por el jardín trasero hay un sendero que va desde la casa hasta una colina tras la cual se puede apreciar un pequeño indicio de población. No más de cien casas, todas de dos plantas y con el tejado negro inclinado. Las calles son en pendiente, estrechas y conectadas por callejuelas y pequeños atajos. Se conserva la forma de cuando no era más que una aldea que pagaba impuestos a los en aquel entonces dueños del caserón. Sin embargo esas casitas están en mejor condición que la mansión en la que vivo yo.


Me dirijo a la zona que debería estar encima de mi habitación y antes de ver el área de techo por donde se cuela el agua, noto el suelo húmedo. Ilumino mis pies con el móvil y observo el charco que se ha formado, preguntándome como no ha calado antes. Busco a toda prisa algo con lo que remediarlo. Veo apartado en un rincón un antiguo tocador con una jofaina y algunas toallas desgastadas. Voy corriendo a cogerlas. Primero pongo las toallas en el suelo, para que absorvan la humedad y cubran una mayor superficie. Después coloco encima la jofaina justo debajo de la gotera. Las gotas empiezan a caer dentro y suspiro aliviada. Ahora solo me queda bajar a mi cuarto para arreglar el estropicio que hay allí. Las sábanas están mojadas por lo que me doy  prisa en cambiarlas. Me voy con ellas a la cocina para meterlas en la lavadora pues el agua no estaba del todo limpia y las ha manchado. Aprovecho para pillar de paso la fregona porque también ha caído agua en el suelo de la habitación. Subo los escalones de dos en dos y hago un sprint hasta la habitación. Enciendo la minicadena del escritorio (una de las pertenencias que traje de mi antigua casa y que me recuerda en que siglo estamos realmente) y empiezo a fregar mientras bailo al ritmo de la canción "The final countdown" de Europe. Paso la fregona por el suelo lleno de gotitas al mismo tiempo que giro y brinco de esa forma que solo lo haces cuando pones música alta y estás sola es casa. De repente la melodía se mezcla con un sonido completamente distinto que identifico como "Fiesta pagana" de El Mago de Oz,  el tono de mi móvil. Apoyo la fregona contra la pared y me lanzo a coger la llamada. Descuelgo y tumbándome en la cama pienso en lo raro que es el hecho de que haya cobertura en esa casa.


-¿Quién es?
-Adri, ¡por fin te localizo! ¿Te has mudado ya a tu nueva hogar? ¿Se ha ido al final Alejandra contigo?- oigo la voz de mi mejor amiga Éster taladrarme el oído con sus gritos e incapaz de parar de hablar.- ¿La casa es cómo te la habías imaginado? ¿Donde está la ciudad más cercana? No pensaba que fueras a tener cobertura...
-Éster cálmate por favor y cállate un momento. Si, ya me he mudado. No, obviamente Alex no ha venido conmigo. No, no es precisamente como la había imaginado. La ciudad más cercana está a media hora en coche y el pueblo más cercano a diez minutos en bici. Yo tampoco pensaba que fuese a tener cobertura pero es bastante buena.- tomo aire pues la he respondido a todo de un tirón y sin respirar.- Me trasladé ayer así que aun no he desecho todo el equipaje, no he ido al pueblo y no he visto a los vecinos y muchos menos he ido buscando chicos guapos. Tampoco me he echado ninguna nueva mejor amiga por lo cual puedes estar tranquila. ¿Alguna pregunta más?- sé que ya he contestado a lo siguiente que iba a decirme.
-Pues creo que no... joder Adri cuando quieres te pones un poco borde, bueno vale ya sé que más bien yo soy muy pesada ja ja ja.- me dice Éster mientras yo suspiro pues ambas sabemos como es. Somos amigas desde que empezamos el instituto hace ya más de cinco años. Nos sentaron juntas por el apellido. Yo me apellido González y ella Gómez así que el resultado era evidente. No se puede decir que nos cayésemos bien enseguida, más bien fue al contrario. Recuerdo muy bien ese primer día de instituto:


Yo llevaba una camiseta negra de Guns and Roses con unos vaqueros cortos y convers. Mi melena castaña rojiza por aquel entonces muy larga, pues lo tenía por la mitad de la espalda, iba recogida en una cola de caballo debido al calor haciendo que todos los rizos se moviesen según andaba. Ella se había puesto un vestido blanco ibicenco, sandalias de estilo romano y un cinturón a juego. Su cabello del color de la miel había sido cortado justo por debajo de las orejas y llevaba un flequillo que la tapaba toda la frente pero sin llegar a comerla los ojos de modo que la sentaba muy bien. Cuando se fijó en como iba yo y en los que evidentemente eran mis gustos me dirigió una mirada calculadora y me soltó:
-Supongo que seremos compañeras al menos hasta que nos dejen sentarnos como queramos. Me llamo Éster. No me des problemas y yo no te los daré a ti ¿vale?.- me pareció una prepotente y una chica bastante caprichosa e incluso malcriada. Aunque entonces yo no sabía que la actitud de Éster tenía un motivo. En el colegio la que era su mejor amiga resultó ser muy similar a mi y por sus diferentes gustos se separaron así que ella no creyó que pudiese llevarse bien conmigo pero, esto no lo supe hasta mucho después. En aquel momento me limité a asentir y a no dirigirle la palabra en todo el día. Así estuvimos más o menos los dos primeros meses hasta que un día el profesor de matemáticas al que yo tenía un odio acérrimo y no solo por la asignatura que impartía sino por su forma de tratar a los alumnos se dirigió de pronto a mi:
-Señorita Gonzalez deje de hablar ahora mismo.
-¡No estaba hablando!
-No se atreva a replicarme o la envío al despacho del director. La he oído perfectamente.
-Pero si estaba de espaldas. No ha visto quien hablaba y había varias personas haciéndolo. No puede culparme a mí y menos cuando yo no he hecho nada.- le dije empezando a cabrearme.
-¿Acaso está poniendo en entredicho mi palabra? ¿Me está llamando mentiroso?.- berreó mientras se ajustaba las gafas. 
-No es usted un mentiroso pero es verdad que Adriana no estaba hablando.- soltó de pronto mi compañera para sorpresa general, incluida la mía.
-Señorita Gomez no debería meterse en esto dadas sus buenas notas en mi materia.- le advirtió el profesor conciliador y vi entonces por donde iba. Me había  señalado a mí ya que en mates era una negada pero intentaba salvar a Éster porque era la que mejor nota había tenido en el último examen.
-Me meto donde debo. Adriana no estaba hablando y usted no debería acusarla sin estar seguro pues es imposible que lo esté.
-¡Esto ya es el colmo ! Las dos a jefatura ahora mismo.- chilla el profesor sin darnos oportunidad a replicar. Salimos del aula sin mucha prisa pues sabíamos que el castigo iba a ser severo. A medio camino me giré hacia Éster.
-Gracias por defenderme.
-No las des, solo estaba diciendo la verdad. Además ese hombre me cae fatal. Va a conseguir que odie los números aunque son lo que más me gusta.- me comenta mientras le quita importancia con un gesto de la mano y me dedica una sonrisa. Desde ese momento empezamos a llevarnos mejor y al final nos hicimos grandes amigas. 


-Adriana ¿me estás escuchando?.- la voz de Éster en el presente me devuelve a al realidad.
-Eh si claro.
-¿Ah sí ? ¿Qué te acabo de preguntar?
-Qué si te estoy escuchando.-respondo haciéndome la inocente.
-Me refiero antes de eso listilla.
-Pues... vale no lo sé. Estaba recordando la historia del profesor de matemáticas cuando nos hicimos amigas.- admito.
-¿Aquello? Eran buenos tiempos. Pues te estaba preguntando que pensabas del hecho de que Daniel esté ahora saliendo con Cristina.- me dice muy seria mientras yo suspiro por dentro. Aun sigue colada por su exnovio y que este haya empezado a salir con su vecina no la ha hecho ninguna gracia.
-Pues pienso que cada uno puede hacer lo que quiera siempre que no haga daño a otra persona. Ahora me voy haber si deshago lo que me queda de equipaje.- me salgo por la tangente. Cuando empieza a hablar de Daniel la conversación se puede eternizar
-Vale un besito mañana te llamo ¿Ok ?
-Si claro mañana hablamos. Un beso.- cuelgo y me quedo mirando el teléfono. Debería llamar a mi hermana pues hace casi una semana que no hablo con ella. Pero sé que probablemente discutiremos y ahora mismo no me apetece. Ruedo en la cama y me quedo en frente del espejo de cuerpo entero que hay apoyado contra la pared. Observo mis rizos, muchos más cortos ahora que cuando conocí a Éster. Hace un año aproximadamente, durante el verano, decidí tener un cambio radical y me lo corté. Antes me llegaba casi a la cintura y después de pasar la tijera quedó a la altura del cuello. Me fijo en el jersey fino que llevo y en los pantalones piratas. No es lo más normal en pleno mes de julio pero es que aquí hace mucho frío. Hago una mueca ante este pensamiento y mi reflejo me la devuelve. Sonrío y la alegría también se refleja en mis ojos azul grisáceo. Saco la lengua y me tumbo en la cama. Llegar a esta situación fue algo enrevesado y me ha traído más de un problema. Como el que tengo con Alex por ejemplo. Suspiro y recojo la fregona para continuar con la limpieza del agua.
  

domingo, 24 de febrero de 2013

Quizá el viento no apague la llama de una vela, pero puede levantar una brizna de hierba que la corte

El sol brilla con un intenso color naranja, propio de un atardecer de verano. Su luz se filtra entre los árboles que rodean el claro, y cosquillea en el rostro de una pequeña a la que acompaña en su danza. Hace pareja con su cabello de tonos escarlatas y cobrizos. Le arranca brillos y destellos del pelo y sonrisas de los labios de cereza. Tiene la cara salpicada de pecas sobre el lienzo de su piel nívea. Sus ojos, poseen el mismo verde resplandeciente que la hierba bañada en rocío a su alrededor, como si fuese un reflejo. Están enmarcados por espesas, largas y rizadas pestañas perfectas para hacer caídas a los nobles de antaño. Transmiten inocencia y felicidad mientras la niña da vueltas. Su vestido de tirantes y volantes gira con ella, rozando las flores. Encamina sus pasos hacia una mesa, solitaria, que se haya en el borde del claro. Hay una tarta con una única vela sobre ella. La caricia del viento en forma de brisa la lleva hasta allí. Observa la llamita, del mismo color que el sol y que su cabello. Piensa que quizá el viento no pueda apagarla, pero si puede levantar una brizna de hierba que la corte. Justo en ese momento la brisa se transforma en huracán, lanzando hojas, pétalos, ramitas y hierba hacia el cielo. A la vela parece no afectarla y sigue erguida con su corona ardiente intacta. Pero solo será un momento, antes de que un pequeño filamento verde la siegue totalmente. La niña se queda mirando al cirio blanco. Sigue de pie pero ha perdido su llama, en su lugar hay columna de humo. De pronto el vendaval cesa y vuelve la brisa,. El humo se pierde y solo queda la vela encima de la tarta. La pequeña regresa a su danza y da vueltas entre los restos del claro. Sus pies descalzos no se cortan y su vestido no se queda enganchado. Ella sonríe, dedica su dicha al sol y a sus bailes llena de la mas pura inocencia infantil.

lunes, 11 de febrero de 2013

Tras mi desaparición...

Hola a todos y perdón por no haber escrito en el blog en tanto tiempo pero estuve ocupada con un proyecto bastante tiempo. Un amigo está escribiendo un libro publicando capítulo a capítulo en un blog y me invitó a escribir uno yo misma y acepté. Os dejo aquí el link del blog para que podais leerlo. Mi capítulo es el cuarto. Un beso a todos.
http://dramaromantico.blogspot.com.es/
tambien os diré que yo misma he decidido empezar una novela aunque completamente distinta a la del blog de mi amigo. No tardaré en subir el primer capítulo. ;)

domingo, 13 de enero de 2013

Por tu ángel guardián

Era una locura, una niñería para pasar el rato. No sospechaba que fuese a funcionar, ni se me ocurrió si quiera que existiese posibilidad de éxito. Cuando leí la leyenda de los llamadores de ángeles, pensé que era bonita y semejante a las historias de mis libros favoritos. El hecho de que hubiese alguien velando por ti, al que podrías llamar y verlo una única vez en toda tu vida, en la que además podrías pedir un deseo que te habría de ser concedido. Solo de pensarlo temblaba de la emoción. Decidí probarlo ya que hacía poco me habían regalado uno de los colgantes que tan de moda estaban. Cogí la pequeña esfera plateada que llevaba al cuello, la besé suavemente y la agité haciéndola sonar como una campanilla. Mientras, susurraba los versos necesarios para llamar a mi ángel:

                                      Guardián de mi equilibrio, protector de mi entereza,
                                      acude ante este tañido de plata que resuena en mi pecho.
                                      Al encuentro mas allá del tiempo y del espacio
                                      al abrigo de las oscuras sombras y de las relucientes luces,
                                      que brille ahora nuestro lazo rojo del destino.

En cuanto acabé el cántico se levantó una sutil brisa, ni fría ni cálida, que mecía suavemente mis cabellos. La esfera empezó a iluminarse  con un tono nacarado y en su interior se escuchó una dulce y melódica voz que emitió la respuesta a mi llamada: "Te estaba aguardando". Entonces tras un potente destello, apareció ante mi lo inimaginable. Sus cabellos eran de un tono cobrizo y la llegaban hasta la cadera. Llevaba una túnica blanca de corte clásico, sujeta a un hombro con un broche de plata y ceñida a la altura de la cintura por un cinturón del mismo material. Al contrario de las imágenes típicas de ángeles no iba descalza sino con unas sandalias de cuero trenzado. El rostro era parecido al una señorita de la aristocracia del siglo XIX. Ligeramente ovalado, con una piel suave y clara y unos rasgos armoniosos y elegantes. Los pómulos altos y las mejillas teñidas de un ligero rubor. Sus ojos parecía sacados de un cuento pues eran completamente violetas. Sin embargo lo más impactante de su imagen eran las alas. Eran dos y perfectamente simétricas. Medirían aproximadamente dos metro y medio cada una estando desplegadas. Estaban hechas de plumas con un brillo plateado y de una purificadora luz blanca. Cuando habló su voz sonó como un coro de campanitas.
-Te ves sorprendida.
-Bueno...-no pude evitar titubear un poco, realmente no sabía que decirla.-La verdad es que no esperaba que aparecieras.
-En dicho caso, me atendré a las normas de cortesía y comenzaré por presentarme. Soy Dalasiel, tu ángel guardián.- me dijo con una leve inclinación de cabeza y una sonrisa.
-Yo soy Lucía. Bueno supongo que ya lo sabías.-comenté sintiéndome un poco estúpida.
-En efecto. Como tu ángel guardián, tu nombre es un dato que ya conocía.
-Ajá.-murmuré más para mi misma que para ella.- ¿Entonces que se supone que pasa ahora en estas situaciones?- la pregunté por no saber como seguir.
-Cuando un protegido invoca a su ángel suele hacerlo para solicitar un deseo el cual ha de serle concedido de modo imperativo. Es tu turno de realizar esa petición para que yo la haga realidad.- me explicó con paciencia y una sonrisa que demostraba que había notado mi turbación.
-¿Puedo pedir cualquier cosa?-lo pregunté por si acaso ya que normalmente estas cosas tenían truco.
-Aquello que desees te será concedido. No hay prohibiciones o límites más allá de los que tú misma tengas.- su tono de voz indicaba que había notado mis dudas.
-Deseo ir al pasado entonces. Para poder reparar los errores que cometí.-respondí con seguridad.
-Te retornaré al pasado si es tu deseo pero te prevengo que aunque yo cumpla tu deseo, tú no podrás cumplir tu objetivo pues harás este viaje en el tiempo en forma espiritual y por tanto no serás capaz de entrar en contacto con el mundo. Únicamente revivirás el momento que elijas visitar así que piénsalo cuidadosamente.- me aconsejó mirándome directamente a los ojos.
-Si ese es el caso elijo un tiempo mucho más antiguo. Desde mi nacimiento hasta los tres años y medio.
-Es mucho tiempo para revivir mas no es imposible.¿Por qué retornarás a tan tierna edad?.- me preguntó aunque ella ya intuía la respuesta.
-Para ver a una persona con la que compartí ese tiempo pero a la cual apenas recuerdo.- la respondí con una sonrisa, pues ella sabía a quien me refería.
Esta vez Dalasiel se limitó a sonreír y con una inclinación de cabeza, agitó levemente las alas para alzarse del suelo. La contemplé mientras una luz blanca nos envolvía a ambas y una sensación de sopor se adueñó de mi. Me dejé llevar y sentí que abandonaba mi cuerpo. Dalasiel me tendió su mano y me transportó a mi más primaria infancia, cuando era solo un bebé o poca cosa más. Allí donde pude ver de nuevo a uno de mis seres más queridos. Donde viví un tiempo que no recuerdo y en el que aun no podía intervenir, pero que al revivirlo de nuevo me sentí feliz.