viernes, 19 de diciembre de 2014

La claridad de una gota sombría

Ríos negros corren por una blanca llanura. Se retuercen en extrañas filigranas, careciendo de voluntad propia. Sólo se mueven por el capricho de su dueño. Los controla según sus deseos e impulsos, ordenando que giren noventa grados, que sigan recto o que tracen una curva poco pronunciada. Crean una armonía difícil de ver si te sitúas a ras del suelo. Debes alzar tu mirada para observar todo el conjunto. Así se entiende que el capricho no es tal. Que la belleza no está en el cauce o en el recorrido individual si no en el cúmulo que forman todos a la vez. En el instante que lo ves, lo comprendes. No es solo mirar y aceptar el error anterior. Es mirar más allá, viendo. Es aceptarlo de tal forma que sepas hacer que otros lo acepten, comprendiéndolo. Cuando asimilas que él que creías dictador de oscuros arroyos no es si no liberador de mil olas resplandecientes. Un conquistador del mismo mar en tantas orillas distintas, que su empresa parece idea de locos. Pero, ¿acaso no lo son todas las ideas? Siempre habrá un gobernador de tinta, que expresándose sobre papel, muestre un pensamiento disparatado y trate de conmover con él a diferentes personas con mentalidades a cada cual mas dispar. Alguien que letra tras letra, palabra tras palabra, oración tras oración, sea capaz de llegar hasta el último rincón del alma de cualquiera que contemple lo que ha escrito. Que lea esos trazos de voz plasmada en unas líneas con tanto poder como una tempestad en el océano. Humilde rey de sus propias expresiones, con el don de dar forma a los conceptos que escapan de su cabeza. Aún si no logra el sentimiento deseado, mientras haya una reacción estará bien. Porque tanto si surge el acuerdo como si surge la oposición, el despertar emociones en algunos es mayor proeza que tirar una piedra a un lago y que esta flote.

miércoles, 16 de abril de 2014

Escapa, medita y vuelve

Una gota de sudor resbala desde su sien hasta el cuello, para perderse dentro de la camiseta. Jadea intentando llevar un ritmo normal de entrada y salida de aire en sus pulmones. Los labios entreabiertos y ligeramente agrietados. Unas marcadas ojeras denotan el cansancio acumulado. Se dobla sobre la cintura y se apoya en las rodillas. La extenuación está invadiendo su cuerpo pero no va a dejar que la colonice. Incorporándose, respira profundamente y se llena de energía. Emprende de nuevo la carrera durante quince minutos más hasta llegar a casa. Se para delante de la puerta para buscar las llaves y poder abrir. Según entra, las suelta en el mueble del recibidor y se va directa a la ducha. Deja las mallas, la camiseta y el top en el cesto de la ropa sucia y las deportivas tiradas en el suelo. Se quita la coleta y mientras lanza la goma sin mirar donde cae va abriendo el grifo. Se mete debajo sin esperar a que el agua salga caliente y cierra los ojos. Siente como le salpica en el rostro y como después cae por su pecho hasta el resto del cuerpo. Conforme pasan los segundos y va volviéndose más tibia se aparta y coge el champú. Cuando ya tiene una nube de espuma blanca en la cabeza y en las manos se vuelve a meter bajo el chorro para aclararse. Después se enjabona el cuerpo y se lo enjuaga para acto seguido quedarse pensando mientras el agua le corre cálida por la espalda. Tras unos minutos despierta del trance, cierra el grifo y sale envolviéndose en una toalla. Usa otra para empezar a secarse el cabello. Al terminar se desenreda los tirones que tiene en el pelo y sin mas ceremonia se pone un culote y una camiseta ancha que le tapa la mitad de muslo y le deja un hombro al descubierto. Abandona el baño y se dirige al dormitorio. Allí la espera la razón de su temprana escapada a correr. Debajo de la manta y las sábanas se distingue la silueta de quien solo se ven unos rizos rubios sobre la almohada. Se inclina para darle un beso en la frente y después se va hasta el balcón. Con un suspiro contempla el cielo despejado y la ciudad silenciosa. Sabe que se va a meter en problemas pero ya está hecho. Suspirando de nuevo se retira de la barandilla para ir a preparar el desayuno. Su visita querrá café al despertar y ella también necesita uno.

miércoles, 12 de febrero de 2014

El atractivo de lo rojo

Cemento,metal, niebla, árboles de ramas desnudas, una ciudad.
Tonos plomizos infinitos, superpuestos unos sobre otros.
Sin nada que desentone, sin nada fuera del esquema.
Sólo personas grises mezcladas entre la gente.

Allí va otra unidad más, con gorro, abrigo y pantalones oscuros.
Una mancha sombría en el triste conjunto, moviéndose sin pensar.
Marioneta autómata debido al teatro que es la sociedad.
Mecánico pensamiento, con engranajes sonando en una balada sin fin.

Nada no programado, las acciones inherentes han sido desterradas.
Una mirada vacía que no se queda en un punto fijo.
¿Para qué hacerlo? Todo es igual, uniforme e idéntico.
Nada se atreve a destacar y reafirmar que existe.

Vaga sin un rumbo propio y sin ideas que aspiren a más.
No se fija en los detalles porque son mero ornamento.
Aunque percibe algo, captado con el rabillo del ojo.
Un contraste, un brillo. Lo impensable, una diferencia.

Prendida en una rama desprovista de abrigo al otro lado de la calle,
se haya una cinta escarlata ondeando al viento.
Olvidada sin misericordia, con los bordes deshilachados.
Tan fútil para la masa, tan reseñable para ella.

Echa a correr, cruza la carretera y se para frente al árbol.
No ha caído en la cuenta de que ella misma se ha salido de la rutina.
Únicamente es capaz de ver ese retazo de realidad.
De anhelarlo con toda su alma, esa de cuya existencia se está percatando ahora. 

Comienza a trepar hacia su objetivo con determinación.
Un arrojo del que no había hecho gala nunca antes,
más ahora parece que siempre lo haya tenido por estandarte.
Sin reparar en la dificultad de su empresa, continua hasta alcanzarlo.

Baja con un nuevo tesoro entre sus manos, donde halla heridas al mirarlas.
Trazos rojos debido a la brillante sangre. Siente el dolor y con él, la vida.
Es increíble. Ha sonreído. Con esa cinta. Con esos raspones.
Ha encontrado la energía que le faltaba. El color que necesitaba.